A orillas de este pedazo imponente de tierra, declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, uno podría creer que puede tocar África. Apenas un brazo de mar de 100 kilómetros nos separa del continente negro y el interior de Fuerteventura deja entrever esa proximidad africana con un paisaje semidesértico y llamativo.
Estamos en la segunda isla más grande del Archipiélago de las Canarias y solo Tenerife le saca terreno a ese perfil costero con kilómetros y kilómetros de un extraordinario litoral que ofrece playas de ensueño y arenas blancas.
El turquesa de las aguas, un color reservado a los paraísos tropicales, impone su fascinante contrapunto al horizonte majorero e invita a los amantes de las prácticas marineras a divertirse con toda clase de deportes náuticos.
El clima es suave y templado casi todo el año, moviéndose en un arco que va desde los 15ºC del invierno a los 25ºC de media en verano, con un sol garantizado y más de un toque sahariano que consigue, entre las casas encaladas, que las piedras hayan llegado a alcanzar más de 65ºC.
En Fuerteventura hay tiempo para todo. Visitar un museo, como el de Miguel de Unamuno, en la casa donde estuvo desterrado durante un tiempo; divertirse en familia en alguno de los parques naturales y temáticos; tomar unas copas en los locales que garantizan una animada vida nocturna; hacer un poco de turismo gastronómico y probar ese maravilloso queso majorero; paseos a caballo por esa magnífica geografía canaria; una vuelta en lancha para avistar cetáceos…
La oferta en Fuerteventura es variada y agradable, aunque una vez que hemos llegado a la isla a través de Air Europa, lo mejor es dejarlo todo en manos de Halconviajes.com y de sus excursiones guiadas.
Imagen en Creative Commons: Flickr/alexhealing
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